"Con las letras se hace más que con el poder"
El escritor mexicano criticó a Chávez
Carlos Fuentes repasa las fotos de tiempos idos que cuelgan de las paredes del pasillo del primer piso del hotel Alvear. Se acerca a los cuadros, entrecierra los ojos y reflexiona, mientras extiende la mano para saludar al cronista de LA NACION: “¡Qué épocas aquellas de los tes danzantes..., de Mirtha Legrand en Los martes orquídeas...!”
Aunque parece un hombre nostálgico, se exalta con conocimiento de causa frente el episodio de la semana, que tiene al rey de España, Juan Carlos I de Borbón, y al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, como protagonistas. Y dice con enjundia: “Atacar al rey es una grosería de un hombre perturbado”.
En esa postura se ve a un Fuentes intenso. Tanto como cuando habla de literatura. Golpea duro cuando dice que “con la literatura se hace más que con el poder”, o que “una sociedad sin imaginación y lenguaje es absurda o totalitaria”.
No pierde de vista, claro, el motivo de su enésima estada en Buenos Aires: presentar la Biblioteca Carlos Fuentes, que el año próximo lanzará Alfaguara; dialogar sobre Obras reunidas, que edita el Fondo de Cultura Económica, y, en definitiva, hablar de la literatura fantástica -que su libro de Relatos naturales y Relatos sobrenaturales , también de Alfaguara-, lo hace disfrutar como un recién iniciado.
-¿Qué opina del entredicho entre el rey Juan Carlos y Chávez en la Cumbre Iberoamericana?
-Me pareció que ya era tiempo de que alguien perdiera la paciencia con Chávez. Y qué bueno que fue el rey ante una arremetida grosera de este personaje burdo, prepotente, ignorante que se llama Hugo Chávez. Alguien tenía que decirle "¡basta, párate!". Hoy está acusando al rey de complotar para su caída [de lo que se informa en las páginas 2 y 3]. Eso es ignorar que el rey Juan Carlos condujo la transición del franquismo a la democracia. Que se enfrentó al golpe militar de Tejero, que mantuvo la institucionalidad y el respeto a las instituciones democráticas de una manera puntual. Atacarlo es una grosería más de ese hombre perturbado que se llama Chávez.
-Sin embargo, Chávez y Bush mantienen un contrapunto ideológico que parece ser definitivo...
-[Interrumpe] ...pero económicamente se llevan "a toda madre", como se dice en México. Chávez depende de venderles petróleo a los Estados Unidos, los Estados Unidos de comprarle petróleo a Venezuela y esa relación está intacta. Lo demás es retórica, es bla, bla, bla.
-Una puesta en escena.
-Pues es una puesta en escena evidente. Sobre todo de parte de Chávez, que está llenando un vacío muy importante después de la era de las dictaduras represivas en América latina. Hemos creado sistemas democráticos, instituciones democráticas, pero la mayoría de los latinoamericanos vive en la miseria. Y si no se resuelve ese problema social, y pronto, de parte de las democracias, las democracias van a tener graves problemas. La promesa social de la democracia no está cumplida.
-Los gobiernos populistas en general...
-[Interrumpe otra vez] ...usted los llama populistas, yo los llamo fascistas.
-¿El de Chávez, por ejemplo?
-Es un gobierno fascista típico: su organización, su retórica, sus propósitos, sus uniformes, sus balcones, todo. Es un Mussolini venezolano.
-De todos modos el liderazgo de América latina parece pasar por otros países.
-América latina no es jauja. Nos estamos quedando muy atrás. Siempre estuvimos detrás de Europa y los Estados Unidos. Como decía Alfonso Reyes: "Llegamos siempre tarde al banquete de la civilización", pero ahora hay un desafío que viene del Pacífico: China, Japón, la India, Rusia, ¿vamos a ser el furgón de cola también?
-¿Qué hay que hacer para evitar eso?
-América latina tiene que organizar su propia casa, tiene que extender los beneficios de su economía a las mayorías, tiene que crear instituciones sólidas, democráticas, resistentes. Tenemos una gran tarea por delante. Estamos en un paso bueno, pero lento. Hay que acelerarlo.
-A estas alturas de su carrera, ¿recopilar cuentos fantásticos es darse un gusto?
-Sí, porque muchos de estos cuentos aparecieron en ediciones muy limitadas en México, una colección que dirigía Juan José Arreola que se llamaba Los Presentes y no habían aparecido otra vez. Tenía cuentos que no había publicado, no es que junté cosas muy viejas. Son dos volúmenes, uno que tiene la orientación fantástica y el otro la realista, aunque la fantasía es parte de la realidad.
-¿Qué se necesita para que un cuento fantástico no sea disparatado sino que sea sólo fantástico?
-Tiene que tener una lógica interna, fiel a sí mismo. No puede irse a otro lugar que no sea ese mismo cuento. El cuento fantástico es muy exigente en el sentido de formalidad interna. Se puede decir lo que se quiera con tal de que sea creíble por más increíble que resulte. Tiene que ser creíble literariamente.
-¿Le parece que la crítica trató a la literatura fantástica como un género menor?
-Sí, lo cual es absurdo, porque está Edgar Allan Poe, que juntamente con Hoffman es el fundador de la ficción norteamericana. Y qué manera de fundar una ficción en este mundo del optimismo beato de los Estados Unidos; yo les presento los fantasmas, los brujos, el horror, la noche.
-¿Lo considera injusto?
-Sí, sí, claro... ¿dónde pone a Borges, entonces...? Borges no hizo una novela y escribió cuentos más bien de tipo fantástico y es uno de los más grandes escritores de América latina. A Poe ya lo nombré, pero puedo sumar a Maupassant y a Hemingway. No entiendo por qué la crítica pueda decir eso; no estoy de acuerdo.
-Hace poco Paul Auster dijo, en una conversación con Tomás Eloy Martínez, que Borges era un escritor menor genial...
-Yo le quitaría lo de menor. Escribiría genial. Punto.
- Muchos escritores se ven forzados a dar su testimonio personal, muchas veces político.
-No necesariamente. Yo creo que el uso de las armas propias de la literatura, que son la imaginación y el lenguaje, ya es una declaración política, porque una sociedad sin imaginación y lenguaje es una sociedad absurda o totalitaria. No haré de esto una proclama, pero creo que sin imaginación y sin lenguaje una sociedad no tiene rumbo.
-¿Hasta qué punto cree que es necesario el compromiso de la intelectualidad con los gobiernos?
-No creo que tenga que haber ningún compromiso, hay que ser críticos de los gobiernos. La función tiene que ser de crítica y no de aplauso.
-¿Cree que el poder aleja a los gobernantes de la gente?
-¡Mucho! El poder crea un círculo cerrado, de hierro, en el que el gobernante acaba por no enterarse de nada.
-¿Qué opinión le merecen los gobiernos familiares?
-¿Qué es eso?
-Lo que va a pasar en breve en la Argentina: que la esposa del Presidente fue elegida para sucederlo.
-¡Ah!, mire, aquí decide la ciudadanía. Creo que éste es un país libre y democrático, y si la gente no quisiera elegir a la señora Kirchner no la elegiría. Es un proceso democrático, válido. Fue elegida por el voto popular.
-¿Cómo ve la situación en la Argentina?
-Le tengo un intenso amor a este país, y cada vez que vengo me siento muy, muy contento.
-¿Pero lo ve crecer?
-Sí, creo que está superando problemas poco a poco.
-A usted le interesa por igual la política que la literatura...
-¡De ninguna manera! No, yo le dedico el diez por ciento de mi tiempo al periodismo y el noventa por ciento escribo. Lo que pasa es que escribir es un acto muy solitario y se necesita estar en contacto con los demás... Los libros no se escriben en comités.
Por Alejandro Di Lázzaro
De la Redacción de LA NACION
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