jueves, junio 21, 2007

América Latina y las armas

En Nombre de la Defensa Personal
Arma mortal, versión LatinoaméricaEn nuestra región se registra el 42 por ciento de todos los homicidios con armas de fuego ocurridos en el planeta.

DESARME. Miembros de una pandilla esperan para entregar sus armas a las autoridades en la ciudad colombiana de Medellín. FOTO: AP
Pablo Olivieri Especial para Tiempos del Mundo pablo_olivieri@arnet.com.ar 21 de junio de 2007

INCREÍBLE. Con tan sólo 11 meses, el niño estadounidense Howard Ludwig ya tiene en sus manos un permiso que lo avala para portar armas de fuego. FOTO: AP
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Howard Ludwig tiene 11 meses y 68 centímetros de estatura. Todavía no ha completado sus primeros dientes, pero ya adquirió una licencia para portar armas. Las autoridades de Illinois, Estados Unidos, se la otorgaron después de que su padre hiciera el trámite por Internet y enviara los cinco dólares que cuesta el procedimiento.
Según publicó el diario The Chicago Sun-Times, el permiso de ‘Bubba’ —como llaman cariñosamente al niño— exhibe la foto del sonriente portador, la fecha de su nacimiento (14 de junio de 2006) y una firma que su padre le ayudó a garabatear para obtener el documento que le permite llevar entre sus juguetes la pistola que le regaló su abuelo.
El caso de este bebé legalmente armado es una evidencia más para quienes promueven la llamada cultura de la No Violencia y defienden el endurecimiento de las leyes que controlan el acceso de los civiles a estos artefactos.
“Aproximadamente el 60 por ciento de las armas en el mundo está en manos de particulares”, dice Martín Angerosa, del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Sociales y Penales de Argentina. “El resto se reparte entre las fuerzas armadas y de seguridad”.
Según la Coalición Latinoamericana para la prevención de la Violencia Armada (Clave), creada para hacer frente a esta problemática, en la región se registra el 42 por ciento de todos los homicidios con armas de fuego ocurridos en el planeta.
La organización Amnistía Internacional, que estudia el tema para su campaña Armas bajo control, tampoco se cansa de insistir en la necesidad de controlar el asunto desde las instancias legales.
“El trabajo que ha llevado a cabo Amnistía Internacional en los últimos 10 años muestra cómo las transferencias irresponsables de armas exacerban graves abusos contra los derechos humanos en todo el mundo”, comenta Helen Hughes, investigadora de la organización. “Si los gobiernos desean realmente evitar estos abusos, es preciso que haya un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas con salvaguardias firmes en el ámbito de los derechos humanos”.
“Si a mi casa llega una banda de asaltantes, tendrán mejores armas que yo”
— Bernardo Pérez, analista De circunstancias y motivos
Quizás el más recurrente de los argumentos entre quienes optan por comprar y amparar bajo la ley un arma para guardar en casa, e incluso portar junto al celular y las llaves del auto, es la necesidad de defenderse y proteger sus bienes. La incapacidad de las autoridades para garantizar la seguridad ciudadana los llenan de motivos que los especialistas desvirtúan. “Yo no desprecio ese argumento por completo, pero tampoco creo que sea muy contundente”, afirma el colombiano Bernardo Pérez, analista en temas de conflicto. “Piense que si a mi casa llega una banda de asaltantes, seguramente tendrán mejores armas y mejor entrenamiento que yo”.
Además, advierte el especialista, hay muchas otras alternativas para garantizar la seguridad, equivalentes en costo y mucho más eficaces que un arma de fuego legal.
Pero al margen de la sensación de seguridad que pueda generar en el ciudadano común el hecho de tener una pistola, algunas campañas de desarme a lo largo del hemisferio han tenido que concentrar sus esfuerzos en el plano cultural, ante arraigados imaginarios que conciben las armas como símbolo de poder y valentía.
Tal es el caso de la ciudad colombiana de Medellín, que durante años fue una de las más violentas de ese país. Allí el gobierno local ha tenido que incentivar a los jóvenes para que dejen de ver en las armas un sinónimo de estatus social y hacer gestiones ante el Legislativo para que el Plan Desarme sea elevado a política pública, buscando unir esfuerzos para restringir el porte de armas.
“El tema ahí son las identidades masculinas”, dice Pérez. “Para muchos jóvenes tener un arma es una condición para llegar a ser un modelo de ‘hombre exitoso’ que puede atraer más chicas, reflejar poder económico y alcanzar más prestigio dentro de sus grupos”.
A esto se sumarían las circunstancias especiales de países como Colombia, que durante muchos años han estado o estuvieron sometidos a conflictos internos que pusieron en circulación más armas, las convirtieron en objetos cotidianos para la gente y fueron abriendo otros canales para traficarlas.
Una vasta experiencia de esto reposa en países centroamericanos como Guatemala y El Salvador, en donde no fueron pocas las iniciativas emprendidas para recolectar e inutilizar armas en la era del postconflicto. Y aunque muchas fueron entregadas a las fuerzas armadas y otras incineradas con la supervisión de la Iglesia y otros estamentos civiles, muy claro quedó a los organismos promotores del desarme que la mayoría de ellas se quedó en manos de la gente.
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