sábado, abril 21, 2007

Roma locuta, causa finita

Se abrieron las puertas del paraíso a los bebés muertos sin bautizar

El Vaticano abolió el limbo

Los teólogos del Vaticano acordaron, después de meses de reflexión, que el limbo no existe y que las almas de los niños muertos sin bautizar van directamente al paraíso, con lo que ponen fin a una tradición secular que ha atormentado a generaciones de madres.

La idea del limbo refleja "una visión demasiado restrictiva de la salvación", dijo el Vaticano.
La idea del limbo refleja "una visión demasiado restrictiva de la salvación", dijo el Vaticano.

En un documento adoptado con el acuerdo del papa Benedicto XVI, la Comisión Teológica Internacional del Vaticano concluyó que "hay bases teológicas y litúrgicas serias para creer que cuando mueren, los bebés no bautizados se salvan".

La idea del limbo refleja "una visión demasiado restrictiva de la salvación", dedujeron los teólogos.

Este dictamen echa por tierra la arraigada creencia de la existencia del limbo, lugar situado entre el infierno y el paraíso al que estaban relegados los niños sin uso de razón que morían sin haber recibido el sacramento del bautismo.

El documento redactado por la comisión, del que fueron publicados el sábado algunos fragmentos en inglés en la página web de la agencia estadounidense Catholic News Service (CNS), no se ha difundido oficialmente, aunque está terminado desde hace varias semanas, afirmó a la AFP uno de sus miembros, el arzobispo de Dijon (Francia), Roland Minnerath.

Dios es misericordioso y "quiere que todos los niños se salven", estimaron los teólogos, reunidos bajo la autoridad del prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, el estadounidense William John Levada.

No obstante recalcaron que su conclusión se fundamenta más en "una esperanza piadosa" que en "una certeza probada".

En 1984, el cardenal Joseph Ratzinger, que hace dos años fue nombrado papa, ya se decantó a favor de la nueva teoría al declararse partidario, "a título personal", de abandonar "la hipótesis" de la existencia del limbo, que significa en latín límite o borde.

La idea del limbo fue esbozada en el siglo V, cuando San Agustín intentó responder al siguiente enigma: como el pecado original es eterno, si los bebés se mueren sin haber sido bautizados y, por tanto, sin haber sido borrados de ese pecado, ¿a dónde van sus almas? No podrán entrar en el paraíso pero, como aún no han hecho nada malo, el infierno tampoco es un lugar apropiado para ellos.

El concepto del limbo cobró forma en el siglo XIII, sin que la idea acabara de cuajar en todos los fieles y de convencer a las madres atormentadas que tras perder a un hijo muy pequeño, se quedaban además sin el consuelo de saber que estaba en el paraíso.

Pese al retroceso de la mortalidad infantil, el tema sigue siendo de importancia capital para la Iglesia católica, enfrentada a la práctica del aborto y al descenso constante del número de bautizos.

La Comisión Teológica Internacional quedó a cargo de la resolución del problema, que fue incluido en su programa de trabajo de los años 2004-2005. Y tras meses de laboriosas reflexiones concluyó que los bebés van al cielo. *



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