domingo, marzo 30, 2008

Celular es perjudicial para la salud

Mobile phones 'more dangerous than smoking'

Brain expert warns of huge rise in tumours and calls on industry to take immediate steps to reduce radiation


ALAMY

Young people are at particular risk from exposure to radiation

    sábado, marzo 22, 2008

    Haw-king

    La novela de Hawking

    ALICIA RIVERA 22/03/2008

    Stephen Hawking, de 66 años, sólo mueve los ojos. Vive atrapado en una silla de ruedas pero sigue tremendamente activo. En La clave secreta del universo, su primer relato de ficción, escrito con su hija Lucy, propone un fantástico viaje por el sistema solar.

    Cuando una va a entrar en el despacho de Stephen Hawking por primera vez no puede evitar sentir cierta ansiedad. ¿Cómo es el gran científico? ¿Cómo encarar el encuentro con alguien que padece una durísima enfermedad? ¿Cómo saludarle para facilitar su respuesta, si es que puede responder de alguna manera? ¿Detrás de esa puerta hay un despacho de un cosmólogo, de un físico teórico, o una sala hospitalaria con todos los equipos imprescindibles para mantenerle con vida? ¿Por qué tarda tanto la secretaria en abrir esta puerta?

    "Descubrir algo nuevo que nadie sabía hasta ese momento. No hay nada más emocionante que eso"

    "Cuando George viaja por el sistema solar, se da cuenta de que el planeta Tierra es único, precioso, ¡y tan frágil!", dice Lucy

    "Tengo la esperanza de que la ciencia tenga en la sociedad más importancia que los prejuicios "

    Por fin, la jovial secretaria te invita a pasar, cuando Hawking (Oxford, Reino Unido, 1942) ha sido atendido y dispuesto para recibir a una visita. Dos ventanales, pizarras en las paredes, muchas fotos, un sofá, una mesa con un ordenador... Es un despacho normal, de tamaño medio, en una esquina del Centro de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Cambridge, a las afueras de la ciudad. Hawking, sentado en una aparatosa silla de ruedas que sujeta todo su cuerpo maltrecho, incluso la cabeza ladeada en su postura ya característica, te mira. Sus ojos, prácticamente lo único que puede mover a voluntad, son una mezcla de dolor y de inmensa curiosidad, como los ojos de un crío muy enfermo que no por ello deja de sentir atracción insaciable por cualquier novedad que detecte a su alrededor.

    Su hija, Lucy Hawking, le atusa el flequillo y le da un beso. La secretaria recoge y ordena papeles. Un humidificador, encima de la mesa, produce a borbotones el vapor que inunda la habitación, imprescindible para que Stephen pueda respirar.

    Casi inmediatamente, tal vez porque es inquieto, tal vez porque tiene mucho trabajo que hacer y poco tiempo que perder, Hawking pone sus ojos a funcionar y se oye el bip bip bip del ordenador acoplado a la silla de ruedas, cuando él va eligiendo palabras en una pantalla con la mirada y compone la frase. Poco después se oye su voz artificial: "Hola, ¿cómo está?".

    Sentada a su lado, casi se agota una presenciando el enorme esfuerzo que hace para comunicarse. Bip bip bip durante un rato que se hace interminable y se oye otra vez su voz: "He podido contestar sus cinco primeras preguntas, no he tenido tiempo para más". Es perfectamente comprensible: ha tardado algo más de cuatro minutos en componer la frase. ¿Cómo puede desarrollar tanta actividad un hombre así, con una enfermedad degenerativa que en 45 años le ha ido devorando toda capacidad de movimiento del cuerpo hasta dejarle sólo el parpadeo? Hawking está inmerso diariamente en sus investigaciones cosmológicas, se ocupa de sus alumnos, da conferencias, viaja y escribe libros. Su última obra es, por primera vez, una novela infantil, La clave secreta del universo (Montena), que ha escrito en colaboración con su hija Lucy.

    Es una aventura trepidante de un niño y una niña que viajan por el sistema solar subidos en un cometa, que ven desde el espacio la Tierra, tan bonita y tan frágil, que disfrutan de un ordenador prodigioso, que van al colegio, que desobedecen a sus padres, que vencen a los malos. Y a la vez, el último libro de Hawking es un espléndido libro lleno de explicaciones sencillísimas sobre el Big Bang, sobre los agujeros negros, sobre el universo, sobre la física que lo rige y que Hawking ha ayudado a desvelar. Además, es un canto a favor de la alianza entre la ciencia y la ecología para salvar este planeta. El libro salió el año pasado en el Reino Unido y se publica ahora en España.

    Todas las sociedades han tenido su cosmología, su visión e interpretación del mundo. ¿Es la teoría del Big Bang la cosmología de nuestra sociedad contemporánea? ¿Y si lo es, está al alcance de la comprensión de la gente o es demasiado difícil?

    "La especie humana siempre ha intentado comprender el universo en que se encuentra", responde Hawking. "En el pasado construimos teorías basadas en pocas pruebas, pero nuestra imagen moderna está bien fundamentada por las observaciones, y la idea de un universo en expansión que empezó con una gran explosión es fácil de comprender".

    Pidió las preguntas por adelantado y ha preparado las respuestas, contestado cinco de ellas, como ha dicho, con una economía de palabras más que justificada.

    ¿La aventura de George y Annie en La clave secreta del universo pretende comunicar esa visión científica del cosmos a las nuevas generaciones o es una manera de llegar a todos explotando al niño que llevamos dentro? "Tenemos ese doble objetivo, es un libro apto para todas las edades".

    Lo más asombroso de Hawking, lo que admira y conmueve, es su pasión por vivir superando todos sus impedimentos, su terrible enfermedad, casi como intentando hacer que no le pasa nada. Y la ciencia debe ser uno de sus motores secretos. ¿Qué le produce más satisfacción en la ciencia, qué es lo que más le divierte? "El descubrir algo nuevo que nadie sabía hasta ese momento. No hay nada más emocionante que eso", contesta.

    ¿Debería tener más peso el conocimiento científico en nuestra cultura contemporánea? "Por supuesto, tengo la esperanza de que la ciencia tenga en la sociedad más importancia que los prejuicios y las supersticiones, de lo contrario la perspectiva que tiene el mundo es muy pobre", dice.

    Hawking es un pozo de sorpresas. Cuando todo el mundo le hace flotando con el pensamiento en algún lejano recoveco del cosmos, resulta que también está pendiente, y mucho, de los problemas medioambientales. En su nuevo libro la preocupación por el entorno es casi tan protagonista argumental como la ciencia. ¿Es su mensaje para los niños y no tan niños? Su respuesta es contundente: "Estoy realmente preocupado por la forma temeraria en que estamos tratando nuestro planeta. A menos que cambiemos de orientación ya mismo, tendremos el azote del desastre en los próximos cien años. No podemos esperar a que las cosas empeoren más aún antes de actuar, porque entonces será demasiado tarde".

    Delgadísimo, vestido impecable -"le gusta ir elegante", comentará luego Lucy-, con un traje marrón de pana fina, camisa marrón y zapatos de ante del mismo color que tiene colocados inertes en los soportes de la silla, el físico británico sigue afanándose por escribir con su mirada y el bip bip bip es constante. Un sensor colocado delante de sus gafas capta la dirección de sus ojos sobre una lista de palabras distribuidas en columnas en la pantalla que está acoplada a la silla de ruedas. Así, con los ojos, mueve filas y columnas de vocablos, elige cada palabra y va componiendo la frase, que al final un sintetizador de voz artificial pronuncia por un altavoz. Y no por el esfuerzo que tiene que hacer parece que quiera ahorrarse ni un comentario que se le ocurra.

    Encima de la mesa tiene una pequeña fotografía en la que aparece él, muy joven, junto con dos personas más. En uno de ellos reconozco a Kip Thorne, un físico estadounidense, gran amigo y colega suyo, con el que ha hecho varias apuestas de lo más peculiares sobre resultados difíciles de la física que comparten. "Aquí está usted con Thorne", le digo. Suena el bip bip bip durante un minuto, me mira, y sale la voz: "Y con Roger Penrose". Efectivamente, el tercero es Penrose, con el que hizo algunos de sus descubrimientos científicos más importantes. ¿Y sigue haciendo apuestas con Thorne? "Sí, claro".

    En la repisa de un ventanal del despacho hay varios marcos con más fotos. Una es de Richard Feynman, un grandísimo físico estadounidense ya fallecido. Se lo comento y ni siquiera esta vez ahorra la respuesta, aunque obvia: bip bip... "Sí".

    Ha llegado el momento de las fotos. La secretaria y Lucy mueven la aparatosa silla hasta la posición idónea y la hija le vuelve a arreglar el flequillo a su padre. Mientras tanto Hawking no deja de charlar: (bip bip bip) "¿Ha visto mi busto? ¿Le gusta?". Ante una pared hay un busto de bronce de la cabeza inclinada y la expresión contraída de Stephen Hawking. La hija aclara que es del escultor Ian Walters, que también hizo el de Nelson Mandela.

    En la pantalla del ordenador que está sobre la mesa, el salvapantallas muestra unas fotografías del científico vestido con un mono de color azulón, los brazos sujetos por delante del cuerpo y todo él flotando, inclinado hacia un lado, sin sujeción alguna. Tiene una expresión feliz. Junto a la puerta de su despacho hay colgadas más imágenes de la misma serie. Son el recuerdo de una experiencia que para cualquier ser humano ha de ser impresionante, pero más para él, condenado desde hace tanto a la silla de ruedas. Hace un año, Hawking fue invitado a participar en un vuelo parabólico, uno de esos ejercicios que se hacen en un avión que sube y baja en picado logrando imitar en su interior las condiciones de microgravedad durante unos pocos minutos en que no se siente el peso del cuerpo y uno flota como si estuviera en el vacío.

    Y el despacho de Hawking tiene más y más rastros de su pasión por la vida. Hay, por ejemplo, varios objetos chinos: "Estuvo hace algo más de un año en Pekín y le gustó mucho, trajo muchos recuerdos", dice Lucy. "La verdad es que no para. Con su actitud es toda una inspiración para otras personas discapacitadas".

    Lucy no recuerda a su padre sin su silla de ruedas. Tenía 21 años, era un joven físico entusiasmado con la cosmología y la relatividad general, cuando se le diagnosticó una enfermedad que más bien era una condena fatal: esclerosis lateral amiotrófica, o enfermedad de Lou Gehrig, una dolencia neuromotora incurable que le iría inutilizando su cuerpo progresivamente hasta una muerte presumiblemente temprana. Pero Stephen Hawking reaccionó justo al contrario de como muchos lo habrían hecho en su caso y decidió vivir a tope el tiempo que le quedase. Se casó con Jane Wilde, obtuvo su doctorado en 1966 y se dedicó intensamente a su ciencia, con éxito más que notable. La enfermedad no le mató en unos meses, como le habían pronosticado. Tuvo tres hijos y una vida familiar normal, aunque su salud siguió deteriorándose inexorablemente. Empezó ayudándose con bastones, luego tuvo que ser la silla de ruedas. Hasta 1974, cuenta él mismo, podía alimentarse por sí solo, levantarse de la cama sin ayuda e incluso coger en brazos a sus niños, pero el curso de la enfermedad avanzaba.

    En 1985 sufrió una neumonía que en un momento dado le impedía respirar y hubo que practicarle de urgencia una traqueotomía. Investigación, conferencias, viajes, congresos... Hawking continuó imparable. Unos años después se divorció de Jane, se volvió a casar y luego se ha divorciado de nuevo. Cuando ya no pudo hablar recurrió a un sistema informático que le permitía escribir con la mano que aún le respondía y un sintetizador de voz leía sus mensajes. Luego la parálisis siguió ganando terreno y ahora prácticamente no tiene movimiento alguno en el cuerpo, excepto los ojos, con los que maneja el sistema avanzado con el que se comunica.

    Pero los ojos le dan también esa mirada intensa y expresiva. Es la hora de hablar con Lucy sobre el libro, sobre la colaboración literaria con su padre, sobre su padre. Pero mejor no molestarle en el despacho. Hawking dice un adiós visual difícil de olvidar. Además de pensar en física, en ciencia -"todos los días, constantemente", dice Lucy-, en el mundo que rodea y que él se empeña en vivir, ¿en qué más piensa Stephen Hawking?

    El Centro de Ciencias Matemáticas está en un edificio moderno del King College a las afueras de Cambridge. "A mi padre no le gusta mucho, prefería su antiguo despacho en el centro, donde además tenía cerca los restaurantes, los pubs, las tiendas, pero ya era demasiado pequeño aquello y se ha tenido que mudar", explica Lucy. ¿Le gusta salir a comer o de tiendas? "Sí, muchísimo, le encanta la comida india, muy picante, y la tailandesa. Y disfruta cuando sale de compras, tiene muy buen gusto y es un excelente asesor para comprar ropa. También es muy generoso y siempre está haciendo regalos a los demás".

    El viejo despacho está en la planta baja de las históricas dependencias del Trinity College, el Gonville and Caius Porter's Lodge, en el centro de Cambridge, y todavía está la placa con su nombre en la puerta, que da a un patio ajardinado con un césped impecable y los bellos edificios de piedra alrededor. Dentro quedan papeles del gran científico y sus libros.

    La clave secreta del universo es el tercer libro de Lucy Hawking, periodista, 37 años. Pero éste es el primero que escribe a medias con su padre -más la colaboración de Christophe Galfard- y el primero de ficción. Escribir un libro es una tarea muy dura, y casi más cuando se hace en colaboración. ¿De verdad está hecho a cuatro manos o lo ha escrito usted incorporando ideas de su padre? "Él ha trabajado realmente en el libro, es un trabajo a medias. Toda la parte científica es suya, como, por ejemplo, cuando Eric, el padre de Annie, explica lo que es un agujero negro, la ha escrito él enteramente. Tal vez la idea inicial de este libro fuera mía, pero lo hemos escrito los dos y muchas cosas son un reflejo de su carrera, de su trabajo".

    En la novela -"para niños a partir de los ocho años y de ahí en adelante, porque no ponemos límite de edad del lector", dice Lucy- se nota la mano del científico. Por ejemplo, el ordenador, Cosmos, es capaz de facilitar viajes maravillosos por el universo saliendo por la ventana de casa. Pero la máquina no hace los descubrimientos, los hace el ser humano, Eric. "Sí, el ordenador, por muy inteligente que sea, no lo es tanto como el cerebro humano, el descubrimiento lo tiene que hacer la persona", dice la hija del científico.

    ¿Es difícil colaborar con su padre? Los científicos, a veces, exigen unas precisiones que alejan sus escritos de quienes no son expertos. "No, ha sido muy fácil, mi padre tiene una mente muy clara y tantos conocimientos que es una auténtica felicidad trabajar con él. Las cosas que pasan en el libro, las cosas que contamos, son cosas que él no tiene que buscar, las sabe porque se trata de su trabajo. Además, sabe cómo contarlas con el lenguaje claro y directo. También tiene una gran imaginación, así que ha sido un gran placer escribir con él". ¿Recuerda que su padre les explicara cómo es el universo o los planetas cuando usted y sus hermanos eran niños, como hace Eric, el científico de La clave secreta del universo con su hija Annie y el niño de los vecinos, George?

    "Sí, claro que me acuerdo de mi padre explicándonos cosas. Tengo dos hermanos mayores, uno es ingeniero de tecnologías de la comunicación y George se parece mucho a él, así que su relación con mi padre era similar a la del protagonista del libro con Eric". ¿Y usted se parece más a Annie, que está interesada en la ciencia como algo habitual aunque sus pasiones sean otras? "Sí, soy más parecida a Annie, interesada por la música, la danza, el teatro... De nuevo aquí hay un paralelismo con nuestras vidas familiares".

    Lucy tiene un hijo de 10 años (Hawking tiene otro nieto, de año y medio, de su hijo mayor). "Hemos utilizado algunas de las explicaciones de mi padre a mi hijo sobre cosas de ciencia, porque él siempre tiene una tendencia hacia los argumentos sencillos, es un divulgador brillante".

    La clave secreta del universo, que en España se publica sin las ilustraciones de la versión en inglés, cuenta la historia de un niño que vive en Cambridge con unos padres ecologistas bastante radicales que no le dejan tener ordenador y que le obligan a comer alimentos "naturales" exclusivamente, rechazando las tecnologías de la vida moderna. Pero un día conoce a la niña de la casa de al lado, Annie, hija de un científico, Eric, con su prodigioso ordenador Cosmos. A partir de ahí empieza la aventura de la vida y la ciencia, con malos, acoso escolar, intenciones perversas para utilizar el envidiable ordenador, trampas morales, trajes espaciales para niños y viajes por los planetas y los agujeros negros.

    En toda la primera parte, los ecologistas padres de George aparecen casi ridículos, exagerados y aburridos, aunque luego congenian con los vecinos científicos. "Mi padre y yo compartimos la preocupación por las cuestiones medioambientales y la necesidad de defender un planeta que es único, porque los demás son inhóspitos, muy fríos o muy calientes. Cuando George viaja con sus vecinos por el sistema solar, montados en un cometa, se da cuenta de que el planeta Tierra es único, un sitio precioso, ¡y tan frágil!", explica Lucy. "Sus padres también quieren defenderlo pero con su rechazo inicial de la ciencia y la tecnología no se dan cuenta de que están perdiendo la posibilidad de utilizarlas, pese a que son tan útiles para proteger la Tierra. La idea final es que todos tienen que trabajar juntos para ayudar al planeta, o será muy difícil lograrlo. Esa excursión por el espacio que hace George con Annie y Eric es lo que le abre a la ciencia".

    ¿Hay algo de Harry Potter y sus personajes en George y los suyos? A Lucy no le gusta mucho la pregunta. "Creo que la mayoría de los libros de ficción para niños, la literatura infantil clásica, incluido Harry Potter, tiene en común muchas cosas: las aventuras, los protagonistas infantiles con los que los pequeños lectores pueden identificarse...". Lucy y su padre están trabajando en la segunda entrega de George, Annie, Cosmos y los demás. "Serán los mismos personajes, pero con aventuras muy diferentes", adelanta.

    Y mientras tanto, Stephen Hawking sigue con su actividad frenética. Incluso saca tiempo para hacer algo tan laborioso como seleccionar y editar una colección de escritos de Albert Einstein, lejos en este caso de la divulgación apta para todos los públicos. Y lo ha hecho en el volumen La gran ilusión. Las grandes obras de Albert Einstein. Una mesa junto a una chimenea y unas sillas casi explican por sí solas por qué a Hawking le gusta más el despacho del antiguo edificio en el centro de Cambridge que el que ahora ocupa, pero estas viejas dependencias deben ser muy incómodas para un hombre que necesita la atención constante de un equipo de enfermeras que le ayudan a vivir cada día un día más.

    ¿Cómo está de salud? "Estacionario", contesta Lucy. "Trabaja mucho, escribe, da conferencias... La verdad es que está tremendamente ocupado todo el día y hace un enorme esfuerzo para intentar hacer muchísimo más de lo que haría una persona que no tuviera sus problemas. Sí, su enfermedad está estacionaria, pero está haciéndose mayor, ha cumplido 66 años y, lógicamente, esto también influye. Pero esta bien", dice con una sonrisa cariñosa. Y no pasa por alto las aficiones de su famoso padre: "Escuchar música, le gusta mucho la ópera, Wagner, va al cine, sale a cenar...". Así que no debe ser nada raro, en algún restaurante indio o tailandés de Cambridge, oír un bip bip bip entre las conversaciones de los comensales. Será el profesor Stephen Hawking, titular de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas, charlando con unos amigos.

    La clave secreta del universo sale a la venta el próximo viernes, 28 de marzo. Stephen y Lucy Hawking. Traducción de Laura Martín de Dios. Montena. Barcelona, 2008. 224 páginas. 18,95 euros. La clau secreta de l'univers. Traducción de Anna Jolis Olivé. Montena. La gran ilusión: las grandes obras de Albert Einstein. Stephen Hawking. Varios traductores. Crítica. Barcelona, 2007. 696 páginas. 29,90 euros.



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    lunes, marzo 17, 2008

    Buenos Aires Tango

    Central and South America > Argentina > Buenos Aires
    Argentine Nights

    Lalo de Almeida for The New York Times
    David Lampson, from Boston, and Maria Faccioti, of Argentina, tango at Salón Canning.


    By DENNY LEE
    Published: March 16, 2008
    THE tango dancers took their places inside a cramped apartment in downtown Buenos Aires, as David Lampson, a 29-year-old television writer from Boston, wiped his brow. Despite the 100-degree weather, the fans had been shut off, spotlights switched on and windows blacked out with trash bags. The cameraman waited until the smoke machine blurred the parquet floor before yelling “Action!” Then just as the iTunes track reached its dramatic crescendo, the fuse blew. For the fourth time.
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    Buenos Aires: Bohemians-in-Exile
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    Buenos Aires
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    Lalo de Almeida for The New York Times
    In the Palermo SoHo neighborhood. More Photos »
    “Let’s unplug the other fan and try again,” Mr. Lampson told the polyglot cast and crew, which included a Greek mother, a Colombian architect and an Argentine shoemaker. Also present was a New York City film student, who was editing the footage for YouTube distribution. Mr. Lampson likened the process to creating art from garbage. “There is a tango dance based on this idea,” he added, “called cambalache.”
    A better term might be bohemians-in-exile. A new kind of tango is taking shape along the crooked back streets of Buenos Aires. At a former furniture factory on Calle Honduras, the British music engineer Tom Rixton, who has worked with top acts like Depeche Mode, runs a stylish boutique hotel called Home with his Argentine wife. Nearby on Calle Garruchaga, Amanda Knauer, a fashion designer from Manhattan, sells a chic line of leather handbags at Qara. And at Zizek, a weekly dance party run by an expat from San Antonio, the cha-ch-ch-cha rhythms of cumbia folk music quivers to an electronic beat.
    “There are expats everywhere tapping into the city’s thriving cultural and arts scene,” said Grant C. Dull, Zizek’s founder, who also runs the popular bilingual Web guide WhatsUpBuenosAires.com. “And it’s not backpacker types, but people with money and contacts.”
    Drawn by the city’s cheap prices and Paris-like elegance, legions of foreign artists are colonizing Buenos Aires and transforming this sprawling metropolis into a throbbing hothouse of cool. Musicians, designers, artists, writers and filmmakers are sinking their teeth into the city’s transcontinental mix of Latin élan and European polish, and are helping shake the Argentine capital out of its cultural malaise after a humbling economic crisis earlier this decade.
    Video directors are scouting tango ballrooms for English-speaking actors. Wine-soaked gallery openings and behemoth gay discos are keeping the city’s insomniacs up till sunrise. And artists from the United States, England, Italy and beyond are snapping up town houses in scruffy neighborhoods and giving the areas Anglo-ized names like Palermo SoHo and Palermo Hollywood.
    Comparisons with other bohemian capitals are almost unavoidable. “It’s like Prague in the 1990s,” said Mr. Lampson, who is perhaps best known for winning a Bravo TV reality show, “Situation: Comedy,” in 2005, about sitcom writers. Despite his minor celebrity, he decided to forgo the Los Angeles rat race and moved to Buenos Aires, where he is writing an NBC pilot, along with his Web novela, www.historyandtheuniverse.com. “Buenos Aires is a more interesting place to live than Los Angeles, and it’s much, much cheaper. You can’t believe a city this nice is so cheap.”
    That wasn’t always the case. For much of the 20th century, Buenos Aires ranked among the world’s most expensive capitals, on par with Paris and New York. Broad boulevards were lined with splendid specimens of French belle époque architecture that evoked the Champs-Élysées, and tree-lined streets were buzzing with late-night cafes and oak-and-brass bars. Locals, it is often said, identify more as European than South American.
    Then came the financial crisis of late 2001. The Argentine peso, which was once pegged to the United States dollar, plunged to a low of nearly 4 to 1 in the face of mounting debt and runaway inflation. (It holds steadily today at about 3 to 1.) Overnight, Buenos Aires went from being among the priciest cities to one of the world’s great bargain spots.
    There was a silver lining. Even as local artists flocked overseas, producing a kind of creative brain drain from Buenos Aires, foreigners arrived in record numbers. And what they discovered was that this fast-paced city of three million offered more than just tango and cheap steaks. The Argentine capital also had balmy weather, hedonistic night life and a cosmopolitan air that thrives on novelty.
    Situated at the wide mouth of the Río de la Plata, Buenos Aires sprawls across the flat landscape with the force of a concrete hurricane. It takes more than an hour to traverse opposite ends by yellow-and-black taxi. And that’s not mentioning the 48 barrios that creep inland, each with a distinct personality and crisscrossed by a web of cobblestone alleys and 12-lane mega-streets. There are business districts like Microcentro, leafy barrios like Recoleta and manufacturing sectors like La Paterna.
    And nearly everywhere you turn these days, the new arrivals seem to be planting their flags, whether at a so-called chorizo house in historic San Telmo or a glassy condo in Puerto Madero. Or, for that matter, a former door factory on Calle Aguirre, which Sebastiano Mauri, 35, a painter and video artist from Milan, recently bought with several artists on the industrial outskirts of Palermo.
    “Some are now calling this area Palermo Brooklyn,” said Mr. Mauri during a recent visit of his renovated factory, a bright yellow building on an otherwise gray street. Cost for the entire four-story factory? $130,000. “Buenos Aires makes Milan look like a neighborhood. It’s lively, multiethnic and you have Europeans from all over.”
    After gutting the third floor, Mr. Mauri spent the past year converting it into an artist-in-residence studio with hardwood floors, stainless-steel kitchen cabinets and midcentury-modern furniture. To celebrate the near-completion, he held a rooftop barbecue on a breezy Saturday in January that drew a cross section of Buenos Aires’s art elite.
    Drinking malbec out of plastic cups and eating steaks with dollops of ratatouille, the crowd of about 20 artists, curators and collectors chatted easily about the hyper-commercialized state of art, a towering sex hotel (known as a telo) nearby and the city’s obsession with ice cream. “Artists come here because they can be free,” said Florencia Braga Menéndez, whose namesake contemporary art gallery is arguably the city’s most influential. “As a gallerist, I never tell my artists what sells. They must create for themselves.”
    That creative freedom has fueled plenty of cultural cross-pollination. Dick Verdult, an avant-garde musician and artist from the Netherlands, began toying with cumbia around 2000, manipulating the childish rhythms of the South American folk music with electronic bass lines, time delays and sampled voices. “Cumbia is like a ball of clay,” said Mr. Verdult, 53, who is better known by his stage name, Dick El Demasiado. “If you stick to the simple laws” — a 4/4 rhythm that he likens to a galloping horse — “but disregard the tradition, you can do a lot with it. Argentina has a very elastic culture.”
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    sábado, marzo 15, 2008

    Ecosistema de aguas marinas en el desierto de México

    Especies vivas de hace 90 millones de años

    Con la colaboración de la NASA, un grupo de científicos descubrió en el desierto de México un ecosistema desconocido de aguas marinas, bacterias y diatomeas

    MEXICO.- (EFE).- Un grupo de científicos descubrió en el desierto de México varias "pozas" o zonas enterradas en la profundidad del suelo criaturas que poblaban los mares de la tierra hace 90 millones de años y que se conservan vivas y sin ningún tipo de alteración.

    La informaron fue confirmada por investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

    El terreno que ocupan "las pozas de Cuatrociénagas", un valle montañoso situado en el norteño estado de Coahuila, se abrió por primera vez al mar hace 200 millones de años y se cerró hace 90 debido a movimientos geológicos, indicaron los científicos.

    Intactas y vivas. Desde entonces las especies que habitaban la zona han continuado existiendo en las mismas condiciones ambientales, sin sufrir alteraciones en su entorno acuático, explicó la responsable del instituto de Ecología de la UNAM, Valeria Sousa.

    Estos seres resistieron sin ser desplazados por las especies contemporáneas gracias a que el ecosistema que habitan son las aguas continentales con menos fósforo que se conocen en la Tierra.

    Esto convierte el agua de Cuatrociénagas en inhabitable para las especies biológicas actuales, que requieren de este elemento químico para su supervivencia.

    Miles de especies. Desde que comenzaron las pesquisas en las aguas de Cuatrociénagas se han detectado 17.000 especies de virus de aguas marinas, todas nuevas para la ciencia, y otros seres como bacterias, crustáceos, peces y diatomeas.

    Sousa comparó esta zona del desierto mexicano con las islas Galápagos pues, al igual que en estas, sus criaturas se han mantenido al margen de la evolución que afectó al resto de seres.

    Este hallazgo es fruto de siete años de investigaciones sobre el terreno en las que participaron investigadores de la UNAM, diversas universidades de Estados Unidos y México y, hasta 2003, personal de la Agencia Espacial Estadounidense (NASA).



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    Culto a la persona (Sarmiento por Bayer)

    De Sarmiento a Luis Palau

    http://static.pagina12.com.ar/fotos/20080315/notas/na36fo01.jpg

    Por Osvaldo Bayer

    Se iniciaron las clases. Recuerdos llenos de nostalgia. La verdadera entrada al escenario de la vida. A la formación social. Abrir la primera página del libro para ingresar en el misterio de la existencia. Primer día. La maestra que abre el telón a las imágenes de la búsqueda infinita. Primer peldaño, de la mano, para subir la escalera de los sueños. El deber ineludible de la escuela. Un deber firme y pleno de nobleza. Comenzar a descubrir dónde las sociedades se equivocaron. Y una inexorable y hasta cándida búsqueda, sí, de cuándo fue que nos equivocamos. Por qué, en el caso argentino, por ejemplo, hubo una historia de tanta crueldad que presenta hoy esta tierra de los campos inmensos plenos de semillas, con pobreza, villas miseria, violencia interminable, delitos al por mayor y discusiones sin fin sobre nombres y no sobre valores.

    En esta ciudad de Buenos Aires, el comandante Macri ordenó –a través de su secretario de Educación, Mariano Narodowski– que a partir de este año es “obligatorio” –repito, obligatorio– entonar, en todos los actos de las escuelas porteñas –repito, en todas las escuelas– el Himno a Sarmiento. Himno. Letra con música de marcha. Donde se endiosa a un hombre. Se lo hace aparecer como el ser sin mácula a quien le debemos todo. La letra nos dice claramente del culto, del endiosamiento, de la deshumanización del personaje: “Gloria y loor. Honra sin par/ para el grande entre los grandes. Padre del aula, Sarmiento inmortal. Gloria y loor, honra sin par”.

    ¿Por qué se enseña así el endiosamiento, la devoción sin crítica, la veneración de una persona, la idolatría?

    ¿Por qué no se comienzan las clases con una canción que nos hable de las cosas bellas de la Tierra, del amor entre los seres humanos, de los paisajes, de la gente? ¿Por qué no una canción de salutación y agradecimiento a los docentes, no de obediencia y alabanza a jerarquías, sino a lo que importa para lograr la paz: a los que nos guían desde niños de la mano hacia la sabiduría, que quitan los escollos contra el ansia de saber? ¿Por qué en vez de endiosar a una figura que tuvo cualidades, sí, pero también muchos defectos, agresiones y expresiones profundamente racistas, no se propone que cada escuela haga su propia canción y no un himno a una persona? Canción que hable de la vida, del barrio, del paisaje y de los sueños y no de tal o cual personaje del poder. Canciones y no himnos, canciones con ritmos de cada región, con ecos de cada paisaje distinto. Que nos hablen de la alegría y de los sueños compartidos de las comunidades. Pero nunca el culto a las denominadas personalidades.

    Nadie puede negar los méritos de Sarmiento con respecto a la enseñanza. Pero no hay que disimular sus arranques racistas contra el indio y el gaucho y su crueldad con respecto a la guerra al Paraguay y a la siembra del odio entre los argentinos durante las guerras internas de facciones. Y su enseñanza sólo para el “progreso”, ese progreso que fue para pocos y para la explotación del hombre y la naturaleza.

    No hay que olvidar nunca ese lema de Sarmiento: “No ahorrar sangre de gauchos”. Ese, su odio ancestral hacia lo autóctono. Su fervor por lo norteamericano. Ya lo escribió Juan Bautista Alberdi, citado por Arturo Sala en su profunda obra de investigación “La razón maligna en la Argentina” –obra por editarse–, que “En la moral de Sarmiento el asesinato y el robo no son crímenes cuando son hechos en su servicio y en su provecho”. Aclaremos que tal vez “en su servicio y en su provecho” quería decir que en pos de sus ideas, Sarmiento creía en el verdadero progreso. Pero en el caso de la Etica, que debería ser el fundamento principal de la política, tiene el mismo significado. También el “progreso” que nos trajo Roca costó la vida y la esclavitud de miles de seres. Todo lo contrario de lo que ansiaban los hombres de Mayo.

    Es el mismo Alberdi el que va a denunciar la extrema crueldad de Sarmiento en el asesinato del Chacho Peñaloza, allí dice: “Con todos los recursos del gobierno de San Juan y del gobierno nacional, Sarmiento no pudo vencer al héroe popular de La Rioja, cuyo poder consistía únicamente en la adhesión libre de su pueblo. Sarmiento lo hizo asesinar. Sarmiento se ha jactado de esa hazaña y ha hecho ascender de su grado militar al asesino. Para justificar ese crimen, Sarmiento ha calumniado al Chacho, hasta presentarlo como un simple bandido calamitoso”. Sarmiento confirma su crueldad en carta que le escribe a Mitre el 18/11/63: “He aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”.

    En su libro, el profesor Sala describe minuciosamente el profundo racismo vigente en la Argentina, en forma abierta, con Roca y Sarmiento y tal vez algo solapado hasta el presente. Para finalizar este aspecto citaremos de nuevo a Sarmiento, quien diferencia así a la América del Norte de Latinoamérica: “Mientras los ingleses tuvieron en Norteamérica hembras anglosajonas, conservando pura su psicología al conservar la pureza de su sangre, los españoles se cruzaron con mujeres indígenas, combinando sus taras psicológicas con las de la raza inferior. Los yanquis son europeos puros, los hispanoamericanos están mestizados con indígenas y africanos, guardando la apariencia de europeos por simple preponderancia de la raza más fuerte”.

    Bien, esto define todo.

    Sarmiento contrató a maestras norteamericanas para que nos enseñaran esa civilización que terminó con los sioux y los pieles rojas con el fusil Remington. Igual que nosotros, ya que Roca prefirió también el Remington para su “conquista del desierto”. Y ahora hay un proyecto para que los argentinos levantemos un monumento a las maestras norteamericanas que contrató Sarmiento. Creo que no es justo esto, ya que esas damas vinieron contratadas y bien pagadas. Y que el monumento tendría que ser para nuestras maestritas rurales, aquellas que les enseñaron y les siguen enseñando a nuestros queridos niños a leer y escribir. Yo he conocido a muchas de esas maestras de los lugares más alejados y más escondidos. Nombraré a una de ellas: Hurí Portela, que enseñó casi toda su vida en Los Antiguos. Sí, ahí, en el extremo sur argentino. Y que no sólo enseñó a leer y escribir a los niños, allá en ese paisaje, sino también les enseñó a plantar flores, verduras, árboles y el trigo. Hurí Portela fue detenida durante la dictadura de la desaparición de personas, por supuesto, por sospechosa de enseñar tanto. Esas maestras trajeron el progreso que no puede ser otro que el ansia del saber y el cuidado de esa maravillosa presencia que es la naturaleza que nos rodea.

    Macri quiere que nuestros niños canten en los colegios: “Gloria y loor, para el grande entre los grandes. Sarmiento inmortal”. Al mismo tiempo, Macri da la avenida 9 de Julio a Luis Palau, el evangélico pentecostal, amigo personal de Bush, para que nos hable de su dios. Yendo al subtítulo del Facundo de Sarmiento: “Civilización y Barbarie”. Nos preguntamos ahora: ¿Barbarie y Civilización? ¿O Civilización y Barbarie? Empezamos hace un siglo y medio con la civilización de Sarmiento y terminaremos en la civilización de Luis Palau? ¿Y si quedamos, al fin, en la barbarie, pensando en Bush?



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    martes, marzo 11, 2008

    Pecados nuevos, nuevos Mandamientos

    Los mandamientos pasan de diez

    El Vaticano señala como pecado dañar el medio ambiente, drogarse o ser rico - Benedicto XVI lamenta que el mundo esté perdiendo el sentido del mal

    LAURA LUCCHINI - Milán - 11/03/2008

    Si Moisés bajara hoy del Monte Sinaí, no tendría suficiente con dos tablillas para plasmar los mandamientos divinos. Necesitaría al menos una más para incluir los nuevos pecados señalados por el Vaticano: consumir drogas, acumular excesiva riqueza, dañar al ambiente y hacer experimentos genéticos dudosos. El obispo Gianfranco Girotti, director del Penitenciario Apostólico, organismo que supervisa la confesión y las indulgencias plenarias de la Iglesia católica, fue el encargado de alargar la lista, en una entrevista a L'Osservatore Romano, órgano de prensa del Vaticano, titulada Las nuevas formas del pecado social.

    Tan sólo el 60% de los católicos acude al confesionario

    "Uno no ofende a Dios sólo al robar, blasfemar, o desear la mujer del prójimo", dijo Gianfranco Girotti en referencia al texto que, según la Biblia, dictó Yahvé a Moisés, "sino también cuando uno daña el medio ambiente, participa en experimentos científicos dudosos y manipulación genética, acumula excesivas riquezas, consume o trafica con drogas, y ocasiona pobreza, injusticia y desigualdad social".

    Los nuevos pecadores están por todos lados y esta campaña de sensibilización se debe a la "disminución del sentido de culpa", según señala Girotti. Los datos demuestran que tan solo un 60% de los católicos acude al confesionario. "Es necesario relanzar este sacramento", dijo Girotti, "que ya hace años está en crisis".

    La Iglesia católica divide los pecados entre los veniales, es decir, menos serios, y los mortales, que amenazan el alma a la condenación eterna en el Infierno, al no ser absueltos antes de la muerte a través de la confesión y las penitencias.

    No existe una lista definitiva de los pecados mortales. La primera, de hace 1.500 años, fue redactada por el papa Gregorio El Magno y recuperada más tarde por Dante como hilo argumental de La Divina Comedia (siglo XIV): lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Así que la Iglesia cree necesario actualizarla. Los curas deben tener en cuenta "los nuevos pecados que han aparecido en el horizonte de la humanidad como un corolario, de este proceso imparable que es la globalización", dijo Girotti.

    Entre las cuestiones que más preocupan a la jerarquía de la Iglesia católica en este momento, figuran el aborto y el abuso de menores, que ha afectado también al clero y ha revelado así "la fragilidad humana e institucional de la Iglesia". En algunos casos, denunció el prelado, se han "exagerado" los hechos por parte de los medios, "para desacreditar a la Iglesia".

    El mismo Girotti hizo referencia la semana pasada a la crisis que atraviesa el sacramento de la confesión dentro del mundo católico. El papa Benedicto XVI también incidió en ello. El mundo de hoy está perdiendo "cada vez más el sentido del pecado", lamentó. Por esta razón, el Papa recordó que la confesión no consiste sólo en la acusación de los pecados sino que, sobre todo, se trata "de un encuentro personal con Dios". "Cualquier pecado que se cometa, si se reconoce humildemente" y se confiesa, lleva a experimentar "la alegría pacificadora del perdón de Dios", dijo.



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    domingo, marzo 02, 2008

    Bansky golpea de nuevo

    Graffiti artist Banksy strikes again - in Bethlehem

    Last updated at 10:53am on 3rd December 2007

    Elusive graffiti artist Banksy has struck again, this time in the Holy Land with a series of stencilled works on the security wall in Bethlehem.

    The Bristol-born artist has adorned the West Bank barrier with six new images, including a dove wearing a flak jacket and a soldier being frisked by a young girl.

    It coincides with the opening tomorrow of a new exhibition in Bethlehem which is aimed at bringing people to the West Bank to see the situation there first hand.

    Scroll down for more...

    Banksy has adorned the West Bank barrier with six new images

    Banksy has previously painted on the 436-mile long concrete wall that borders large sections of the occupied territories.

    Constructed by Israel, the barrier has been condemned by activists and declared illegal by the United Nations.

    It now showcases the work of possibly the most well-known and popular graffiti artists around.

    Also among the latest additions are a soldier checking the papers of a donkey and one of the artist's trademark rats next to a watch tower.

    Banksy, whose work was originally seen in Brighton and London's East End, is one of a number of celebrated graffiti artists who have daubed the West Bank wall over the last few weeks.

    Santa's Ghetto will be open from tomorrow to Christmas Eve.

    Fans of Banksy, known to include Angelina Jolie and Brad Pitt, will be able to pick up original work by the artist but will have to visit the exhibition in person.

    Banksy said: "If it is safe enough for a bunch of sissy artists then it is safe enough for anyone."



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    Pinta para los pobres, lo compran los ricos. Igual, un artista.

    Tras las huellas de Banksy

    El grafitero más famoso del mundo sigue siendo anónimo

    ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - Bristol - 02/03/2008

    Hace dos semanas, en una subasta londinense, alguien pagó más de 300.000 euros por el mural de un grafitero en el que unos monos con un cartel al cuello se ríen de los tontos seres humanos; días antes, alguien había pujado en Internet con 270.000 euros por un dibujo estampado por las buenas en una pared de Londres. El precio no incluía ni la extracción de la pintura del muro ni la reposición de la pared del (afortunado) dueño de la casa en cuestión.

    La noticia en otros webs

    En una consulta popular, el 95% votó por conservar uno de sus dibujos

    Nadie conoce su nombre verdadero, ni la forma de su cara, ni su dirección

    Su pista se esfuma a cada paso. Nadie dice haber hablado con él

    Es Robin Hood al revés: pinta para los pobres, pero le compran los ricos

    El autor de las dos obras era el mismo: Banksy, el grafitero enigmático, el más famoso del mundo, el más cotizado, criticado, admirado, perseguido y comentado. También el más misterioso, escurridizo y silencioso. Ha llenado de sus pinturas el muro de Gaza; ha entrado subrepticiamente -disfrazado con barbas postizas, sombrero y gabardina de exhibicionista de chiste- en los más grandes museos del mundo para colgar obras suyas llenas de un humor cachondo al lado de cuadros venerables; ha pintado sobre cerdos y elefantes de verdad; ha hecho exposiciones multitudinarias en Los Ángeles; ha vendido cuadros a Brad Pitt y Angelina Jolie...

    Pero nadie fuera de su círculo de amigos sabe con certeza su nombre verdadero, ni la forma de su cara, ni su estatura, ni su biografía, ni la cuantía de su fortuna (si es que tiene) ni su lugar de residencia o su número de teléfono o de fax. En Bristol, la ciudad en la que nació (aunque no se sabe en qué barrio), la mayoría de los jóvenes le adoran; la policía, en cambio, le considera un gamberro. Él se ha autodefinido como "vándalo profesional". Los turistas hacen tantas fotografías de sus dibujos callejeros como de los barcos del puerto; su libro se encuentra entre las camisetas y las catedrales de miniatura en las tiendas de recuerdos; a los empleados de la limpieza de los vagones de los trenes de esta ciudad les entregaron el año pasado una guía de arte grafitero para que aprendieran a identificar sus pintadas y conservarlas.

    ¿Quién es Banksy?

    La camarera del pub nocturno de la calle Frogmore saca la basura a las dos de la tarde y la deja en un cubo enorme que hay en un callejón delimitado por un puente y la pared lateral del edificio, de cinco pisos. A la altura del tercero, más o menos, hay un gran dibujo: un hombre en chaqueta se asoma por la ventana y mira a lo lejos buscando a alguien mientras una mujer (su mujer, probablemente), en ropa interior, le sujeta por el hombro tratando de calmarle; agarrado al marco de la ventana con una mano, a lo largo de la pared, se encuentra el amante, un tipo calvo y desnudo. Unos metros más abajo, al lado del cubo de la basura que ahora cierra la chica del pub, se descubre la firma del autor: Banksy.

    Para pintar esto necesitó un andamio de obra. Lo confirma la chica, que prefiere no dar su nombre. Con una sonrisa, también asegura que el andamio estuvo dos días colocado pero que ni ella ni sus colegas del pub se enteraron de para qué servía. Que no preguntaron... Que Banksy lo pintó de madrugada... que se lo encontraron por la mañana... que...

    -¿Y usted lo vio? ¿Usted lo conoce? ¿Usted conoce a Banksy?

    La chica vuelve a sonreír, con ironía. Y dice, con una voz cantarina, como si no quisiera que se la creyera del todo:

    -Nadie conoce a Banksy. Ni en Bristol ni en ningún lugar.

    El dibujo, pintado hace dos años, desató la polémica en esta ciudad. La elección del emplazamiento no era casual: el edificio, además del bar en la planta baja, alberga una clínica de enfermedades sexuales y unas dependencias municipales. Además da de frente a la sede principal del Ayuntamiento. Era una suerte de desafío. Algo así como "Atrévete a borrarlo". La prensa local, más o menos devota del grafitero, dio la noticia de la aparición de la pintura. Algunos querían que se borrara; otros, no. El Ayuntamiento decidió convocar una consulta popular. Más de 500 personas participaron. El 95% votó por Banksy. Se quedó. Por aclamación popular. En el sitio elegido por el artista anónimo. No sin que un concejal del partido conservador, Spud Murphy, se echara las manos a la cabeza: "Esto es delirante. Este Ayuntamiento se ha vuelto loco".

    -Nadie conoce a Banksy -repite la camarera-. Nadie sabe quién es y por qué pintó esto aquí.

    Lo que sí se sabe: Banksy es rubio, alto, viste la ropa típica del grafitero amante del hip-hop; tiene unos 35 años; desde muy joven formó parte de la vivísima cultura de la pintura callejera de Bristol, tal vez junto a Birmingham, la más talentosa de todo el Reino Unido. Comenzó empleando la técnica del spray aplicado directamente a la pared. Pero una noche decidió cambiar. Él lo explica en un libro suyo, Wall and piece (Muro y pieza): "Estábamos poniendo 'SIEMPRE LLEGA TARDE' en el vagón de pasajeros de un tren. De repente llegó la policía y salimos corriendo. Pero yo me arañé con las espinas de un arbusto y no me dio tiempo a llegar a nuestro coche. Mis amigos se fueron. Yo me escondí debajo de un camión de basura. El motor estaba a la altura de mi cara: un hilillo de aceite se filtraba y me caía en la cabeza. Estuve así durante una hora, mientras oía a los polis andando por los raíles, buscándonos. Decidí cambiar de táctica o dejarlo: tenía que tardar menos tiempo en pintar. Entonces vi que el tanque del motor del camión tenía letras pintadas con una plantilla. Yo podía hacer lo mismo con letras mucho más grandes".

    Desde esa noche, Banksy hace plantillas con cartones que coloca en la pared y que luego rocía con el spray de pintura de coches. Es simple, directo, rápido e impactante.

    Primeramente se dedicó a llenar las calles y parques de Bristol con ratas de espíritu crítico y burlón que hacían de todo: rodar a los transeúntes con cámaras, oír música, bailar, volar, romper con tenazas imaginarias candados de puertas de verdad... Se integraban en el paisaje urbano (en los buzones, en las alcantarillas, en las trampillas, en los pomos de las puertas) para reírse de él, para criticar los carteles que prohibían esto o lo otro...

    Había nacido Banksy.

    La policía los borraba en cuanto los encontraba. Como hacía con los otros grafiteros de la ciudad, por otra parte.

    En 2000 organiza su primera exposición, en un restaurante-barco llamado Severnshed. Después se mudó a Londres, ciudad que también llenó de dibujos, y viajó a Los Ángeles, San Francisco o Barcelona. Su fama y su cotización creció. Los admiradores locales que compraron en Severnshed obras suyas por 100 libras las revenden ahora por 30.000.

    El restaurante todavía existe. Aún organiza exposiciones. Pero ninguno de los camareros de entonces sigue. Porque ésa es otra: la pista de Banksy se desvanece a cada paso. Cerca, hay otro barco-pub, el Thekla, que mantiene en la línea de flotación una pintura que el grafitero hizo hace años una noche montado en una barquita. Sin mebargo, nadie en el barco-pub sabe (o dice saber) nada sobre él.

    Hay una mujer que sí lo conoció. Se llama Susie, ronda los 50 años, le gusta mucho la pintura, pero habla con pereza, prefiere no dar su apellido y trabaja en la tienda del centro de arte contemporáneo Arnolfini. "Hace muchos años, cuando él era casi adolescente, pasó una noche en casa y nos intercambiamos retratos. Él me hizo uno a mí y yo otro a él. Era un tipo majo, normal, simpático. Tampoco es que yo le considere el mejor grafitero. Creo que Bristol ha dado mejores. Pero sabe darse publicidad".

    ¿Y venderá alguna vez el dibujo?

    -No creo. ¿Sabe? No hay que mezclar el arte y el dinero. No van bien juntos.

    Susie, con su falta de ganas para responder, da en el clavo. Con Banksy, tal vez a pesar de él o tal vez no, es muy difícil separar el dinero y la pintura: van juntos hasta límites estúpidos. En un reportaje publicado por la revista New Yorker en mayo de 2007 se afirma que un día, en Los Ángeles, Banksy tiró unos restos de pizza al cubo de la basura de la calle y que alguien los recogió y los subastó en eBay. La parte de pizza, con anchoa incluida, que el grafitero antisistema desechó la vendió el muy prosistema subastador por 102 dólares.

    "No es su culpa", explica el periodista Christopher Warren, que conoció a Banksy hace unos años. "Es una paradoja: los que él critica en sus pinturas le recompensan adorándole. ¿Y él qué puede hacer?".

    El experto en arte y redactor de la revista Venue Steve Wright, es probablemente la persona de Bristol que más sabe de Banksy fuera de su círculo cerrado de amigos. Ha publicado recientemente el libro Home, sweet home, dedicado al grafitero. Se entrevistó con muchas personas y le siguió los pasos de cerca. Pero no logró dar con él.

    "Para mí sigue siendo un genuino elemento antisistema", manifiesta Wright. "No sé si es millonario. Creo que no: los que ganan miles de libras son los que compran y venden y revenden sus obras: los inversores. Lo que sí sé es que él podría ser rico si quisiera. Y en Internet (picturesonwalls.com) ofrece grabados a 500 libras. Sigue creyendo en el arte accesible. ¿Hay algo más democrático que pintar en la calle para que lo vea todo el mundo?".

    Y añade: "Usa el anonimato para seguir haciendo lo que hace sin que le pille la policía. Aunque también le da un punto de misterio que le reporta fama. A él le gusta ser anónimo, y le cuesta, tratándose de quién es. Debe de llevar una vida un tanto extraña".

    Todo en Banksy invita un poco a la esquizofrenia. Él ha escrito: "A los que gobiernan las ciudades no le gustan los grafitis porque piensan que nada debe existir a menos que dé un beneficio". Pero es precisamente lo contrario: el Ayuntamiento de Londres, que asegura que su trabajo no consiste en diferenciar el arte del gamberrismo, manifestó recientemente que está dispuesto a borrar la treintena de grafitis de Banksy en esta ciudad aunque valgan miles de libras (a pesar del autor).

    Por su parte, el Ayuntamiento de Bristol reconoce que hay grafitis que pueden considerarse arte y otros no y que Banksy se ha ganado una reputación internacional. Como en el caso de los ferrocarriles, si el dibujo callejero es de Banksy se queda, pero si no... se borra.

    En octubre apareció su última obra en Bristol. Un policía con pinta de hombre de Harrelson, de rodillas, apunta su fusil mientras un niño, a su espalda, va a explotar una bolsa de papel para asustarle. Banksy lo pintó en la pared de una casa perteneciente a una institución de caridad: The Wallace and Gromit children's fundation. "Lo hizo de noche, subido al tejado. Una mañana, cuando entramos a trabajar, estaba allí", dice Laura, una empleada, con la misma sonrisa admirada que la chica del pub de Frogmore. "Nuestro director se había puesto en contacto con él por e-mail pidiéndole un cuadro, y mira".

    Algunos compañeros le consideran un vendido. Otros opinan que sigue siendo el mismo que ensuciaba trenes con "SIEMPRE TARDE". Aunque todos son conscientes de que ha creado un personaje a la altura del antifaz, un Robin Hood al revés, que pinta para los pobres, pero al que compran los ricos.



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